Capítulo 1: Comprender la criogenia

¿Es ética la criogenia?

Por
Alessia Casali
9 de noviembre de 2025

Cuando la gente oye hablar por primera vez de la criogenia, su reacción inicial suele incluir una duda moral o ética. ¿Es correcto preservar a alguien después de la muerte con la esperanza de que reviva en el futuro? ¿Es aceptable ir contra los límites naturales de la vida? Son preguntas válidas, pero cuanto más se reflexiona sobre ellas, más clara queda la respuesta: la criogenia no sólo es éticamente permisible, sino que incluso puede ser éticamente necesaria.

Una elección personal al final de la vida

La criopreservación nunca se realiza prematuramente. Es una medida que sólo se toma cuando han fracasado todas las opciones médicas convencionales.

Esa decisión corresponde exclusivamente a la propia persona. La criónica nunca se impone, nunca se realiza sin consentimiento y nunca sustituye al tratamiento médico. Se elige una vez finalizado el tratamiento, cuando la alternativa sería simplemente el entierro o la incineración.

Desde esta perspectiva, la criogenia se convierte en una cuestión de autonomía. Si una persona, plenamente informada y mentalmente competente, decide utilizar sus propios recursos para tener la oportunidad de revivir en el futuro, ese derecho debe respetarse. La medicina ética siempre se ha basado en el principio del consentimiento informado, y la criogenia sigue la misma regla.

Consentimiento informado y transparencia

La crioconservación no ofrece garantías. No promete que la reanimación vaya a ser posible ni que la ciencia futura vaya a tener éxito. Lo que ofrece es una oportunidad, una probabilidad no nula de que, a medida que avance la tecnología, algún día sea posible la reanimación y la reparación médica.

Por esta razón, la práctica ética requiere una claridad absoluta. Las personas que optan por la criogenia deben comprender lo que el proceso puede y no puede hacer. Deben ser conscientes de su naturaleza experimental y de la incertidumbre que conlleva.

Los proveedores de criopreservación son responsables de garantizar esta transparencia. Su deber es asegurarse de que cada persona entienda que la criogenia es un procedimiento científico esperanzador pero no probado. Una vez que se ha establecido este entendimiento, y la persona decide seguir adelante, su decisión se convierte en una expresión de agencia personal y esperanza racional, no de engaño o creencia equivocada.

Cuestión de equidad y accesibilidad

Un problema ético que se plantea a menudo es la accesibilidad. En la actualidad, la crioconservación de todo el cuerpo cuesta 200.000 euros, una cantidad considerable que muchos no pueden permitirse. Para hacer frente a este problema, las organizaciones que trabajan en este campo se esfuerzan por reducir los costes, mejorar la eficiencia y desarrollar opciones más asequibles, como la preservación exclusiva del cerebro.

El objetivo es sencillo: la criogenización debe ser una cuestión de elección, no de riqueza. No debe seguir siendo una opción reservada a unos pocos privilegiados. Por tanto, hacer que el procedimiento sea más asequible y escalable no es sólo un objetivo técnico, sino una responsabilidad ética.

La mayor parte del coste no se destina a beneficios. Sirve para mantener a largo plazo a los pacientes en centros especializados y financia la investigación necesaria para mejorar los métodos de conservación. Pero aun así, el imperativo moral es claro: el progreso debe conducir a la accesibilidad. Todo el mundo debería poder decidir si opta o no por la criogenia, independientemente de su situación económica.

Equilibrio entre valores y consecuencias

La mayoría de los debates éticos consisten en sopesar valores. En el caso de la criogenia, la ecuación es relativamente sencilla. Por un lado, está el derecho del individuo a decidir qué ocurre con su cuerpo después de la muerte. Por otro, están los posibles problemas sociales, como el uso de los recursos o la hipotética superpoblación futura.

Pero la criónica ni perjudica a los demás ni consume fondos de la sanidad pública. Utiliza recursos personales, no afecta a la atención médica de los vivos y no tiene un impacto negativo mensurable en la sociedad. Incluso en un hipotético futuro en el que millones de personas optaran por la criopreservación, el impacto en la población sería insignificante en comparación con las cifras mundiales.

Negar a alguien el derecho a ser criogenizado hoy por preocupaciones especulativas y futuras sería éticamente incoherente. Significaría dar prioridad a preocupaciones colectivas abstractas frente a la libertad individual de tomar una decisión profundamente personal sobre el final de la vida.

Respeto de la dignidad humana

En última instancia, el fundamento ético de la criónica reside en el respeto, el respeto por la vida humana, por la autonomía y por la esperanza. Elegir la criogenia no es escapar de la muerte, sino ampliar la posibilidad de vivir. Refleja un deseo profundamente humano de seguir existiendo, de experimentar, de aprender y de contribuir.

Desde este punto de vista, la criogenia se convierte en una extensión ética del objetivo más fundamental de la medicina: preservar la vida siempre que sea posible. No contradice los valores morales ni falta al respeto a la naturaleza: honra el mismo impulso que impulsa todo progreso médico.

Derecho a elegir el futuro

El derecho a elegir la crioconservación es una extensión del derecho a decidir cómo se trata el propio cuerpo después de la muerte. No perjudica a nadie, se basa en el consentimiento informado y se ajusta a los principios de libertad individual y dignidad humana.

Desde el punto de vista ético, la cuestión no es si debe permitirse la criogenización, sino si tenemos derecho a negar a alguien esa opción. Cuando una persona llega a los límites de la medicina actual y desea darse una pequeña oportunidad en el mañana, lo moral es respetar esa decisión.