La vitrificación es el proceso por el que un líquido se convierte en sólido sin formar cristales de hielo. En la criopreservación, esto significa enfriar el tejido biológico hasta un estado similar al vidrio en el que el movimiento molecular se detiene casi por completo, manteniendo al mismo tiempo la estructura física de las células.
El término procede del latín vitrum, que significa "vidrio". El resultado de una vitrificación satisfactoria no es un cuerpo congelado, sino un vidrio biológico sólido, un estado que impide la descomposición posterior.
Cuando el agua se congela, forma cristales afilados que se expanden y rompen las membranas celulares, los vasos sanguíneos y las estructuras microscópicas de los tejidos. En el cerebro, donde la identidad y la memoria dependen de conexiones neuronales precisas, este daño es catastrófico.
La congelación ordinaria transforma los sistemas vivos en hielo; la vitrificación pretende evitar por completo la formación de hielo. El objetivo es detener la descomposición manteniendo intacta la arquitectura física del tejido.
Evita la formación de cristales de hielo.
La vitrificación no restaura la vida, no invierte el envejecimiento ni garantiza la reanimación. Simplemente preserva el sustrato físico del organismo hasta que existan tecnologías de reparación.
La crioconservación depende totalmente de la vitrificación. Sin ella, el cuerpo quedaría destruido por los daños de la congelación antes de que pudiera intervenir cualquier tecnología futura.