Optar por la criogenia es posicionarse ante el tiempo. Es reconocer que la muerte, tal como la definimos hoy, no es un lÃmite último, sino un reflejo de lo que la medicina aún no puede reparar. La criónica es un acto de responsabilidad hacia uno mismo, una decisión de preservar el potencial de la vida en lugar de rendirse a las limitaciones del presente. Se basa en un principio sencillo: si podemos evitar una pérdida irreversible mediante la conservación, hacerlo es racional y humano.
Quienes optan por la criopreservación no lo hacen por miedo a la muerte, sino por respeto a la vida. Entienden que mucho de lo que llamamos "irreversible" simplemente espera a ser descubierto. Sus razones suelen ser distintas, pero convergen en una creencia común: que merece la pena proteger la existencia hasta que el conocimiento se ponga al dÃa.
Muchas de las enfermedades mortales de hoy serán tratables algún dÃa. Enfermedades que ahora son incurables, desde la neurodegeneración hasta el cáncer, no están fuera del alcance de la ciencia, sólo fuera del alcance de nuestra comprensión actual. La crioconservación ofrece la posibilidad de salvar esa distancia. Al detener el deterioro en el momento en que falla la medicina, mantiene abierta la posibilidad de revivir una vez que la causa subyacente de la muerte sea curable. Es una continuación médica más que un final, una pausa que se hace con la esperanza de que los médicos de mañana puedan terminar lo que los de hoy no pudieron.
La curiosidad es otra motivación poderosa. Algunas personas eligen la criogenia no sólo para sobrevivir a su enfermedad, sino para ser testigos de lo que vendrá después: ver en qué se convierte la humanidad cuando su evolución cientÃfica y cultural continúe durante siglos más. El futuro traerá avances en la exploración espacial, la inteligencia artificial y la neurociencia que transformarán nuestra comprensión de la propia existencia. Elegir la crioconservación es, para muchos, una forma de seguir formando parte de esa historia. Es la decisión de prolongar la participación en el viaje humano, de ver el resultado de preguntas que hoy sólo podemos empezar a plantearnos.
Una vida de 80 años apenas basta para explorar una fracción de lo que ofrece el mundo. La mayorÃa de las vidas terminan con trabajos inacabados, caminos sin recorrer y preguntas sin respuesta. La criónica desafÃa esta limitación. Abre la posibilidad de una vida no definida por la escasez de tiempo, sino por la continuidad del propósito. Para quienes desean estudiar, crear y contribuir sin el horizonte inminente de la mortalidad, la preservación ofrece la oportunidad de transformar el "demasiado tarde" en "todavÃa no".
En todos los logros cientÃficos subyace una creencia simple: que los problemas que antes se consideraban naturales e inevitables pueden resolverse. El envejecimiento, la enfermedad y el deterioro biológico no son una excepción. A medida que avanza la investigación en genética, regeneración de tejidos y órganos artificiales, se amplÃa la noción de lo que es "tratable". La criónica se inscribe en este mismo marco. Se alinea con el método cientÃfico: preservar ahora, estudiar después, reparar cuando sea posible. Los que eligen este camino no esperan a tener certezas, sino que actúan a partir de la comprensión. Reconocen que vivir de acuerdo con la ciencia significa confiar en que el progreso no es completo.
Elegir la criogenia, por tanto, es elegir la continuidad de la vida, del sentido y de la curiosidad. Es una decisión basada en una larga tradición humana: preservar lo que valoramos hasta que el conocimiento sea capaz de restaurarlo.