Capítulo 3: ¿Es la criogenia para mí?

Una decisión intrínsecamente personal

Por
Alessia Casali
13 de noviembre de 2025

Nadie más que tú puede decidir si la criopreservación se ajusta a tu vida. No se trata de una elección que se rinda ante pruebas lógicas, análisis de costes y beneficios o recomendaciones de expertos. Afecta a algo más profundo: cómo te relacionas con tu propia existencia, qué crees sobre la conciencia y la continuidad, cómo valoras las posibilidades futuras frente a las certezas presentes.

Algunas personas oyen hablar de la criopreservación e inmediatamente reconocen que evidentemente merece la pena. La lógica parece clara: la vida tiene valor, la muerte elimina ese valor permanentemente, la conservación mantiene la posibilidad. Para ellos, la cuestión no es si la quieren o no, sino con qué rapidez pueden cubrirla. La decisión no se parece tanto a una elección como al reconocimiento de lo que ya era cierto sobre sus valores.

Otros se encuentran con la misma información y sólo sienten escepticismo o incomodidad. Todo el concepto les parece extraño, arrogante o inútil. No ven deseable prolongar la vida más allá de lo natural, aunque sea posible. Para ellos, la viabilidad de la tecnología importa menos que la cuestión fundamental de si la existencia indefinida es atractiva.

Ambas respuestas son válidas. Ninguno de los dos grupos es más racional, valiente o ilustrado. Simplemente se relacionan de forma diferente con la existencia y sus límites.

Tu relación con la mortalidad determina profundamente esta decisión. Algunas personas mantienen una conciencia activa de la presencia de la muerte, sintiendo la urgencia de un tiempo limitado. Otras piensan en ella en contadas ocasiones y se sienten cómodas con vagas suposiciones sobre los finales naturales. Algunas temen intensamente a la muerte. Otras sienten una curiosa neutralidad o incluso una bienvenida ocasional hacia el descanso final.

Ninguna de estas orientaciones predice claramente su decisión de criopreservación. Las personas que temen la muerte a veces rechazan la conservación porque les resulta abrumador enfrentarse a los detalles de la mortalidad. Las personas que se sienten cómodas con la muerte a veces optan por la conservación precisamente porque no tienen miedo de examinar las opciones detenidamente. El panorama psicológico es complejo e individual.

Su concepción de la identidad personal también importa. Si usted cree que la conciencia es fundamentalmente continua, que la persona reanimada tras la preservación sería realmente usted, entonces el marco de decisión difiere del de alguien que ve la identidad como momento a momento y duda de que los patrones biológicos restaurados constituyan la misma persona. La filosofía de la mente no es sólo abstracta. Determina si la preservación se siente como una prolongación de la vida o como la creación de una copia.

El contexto cultural y familiar crea otra capa. Crecer en tradiciones que hacen hincapié en la aceptación de los ciclos naturales puede hacer que la conservación parezca transgresora. Proceder de entornos que celebran el progreso tecnológico y la acción humana puede hacer que parezca obvio. Ninguna herencia cultural determina la elección, pero ambas influyen en lo que parece natural frente a lo que requiere justificación.

Las creencias religiosas y espirituales se cruzan de forma impredecible con la criopreservación. Algunas personas religiosas la rechazan por considerar que interfiere con los planes divinos o el orden natural. Otros la aceptan como un uso responsable de la inteligencia y los recursos divinos. Algunos encuentran marcos teológicos que se adaptan fácilmente a la preservación. Otros se enfrentan a conflictos irreconciliables. Sus creencias específicas importan más que las grandes categorías religiosas.

Incluso dentro de una misma familia, las respuestas varían enormemente. A un hermano le parece convincente la conservación, mientras que a otro le parece absurda. Las parejas a veces se alinean inmediatamente en la decisión o descubren desacuerdos inesperados. Padres e hijos pueden tener opiniones completamente distintas. Estas diferencias no reflejan una falta de comprensión de los hechos. Reflejan una auténtica diversidad en la forma en que las personas valoran la existencia y se relacionan con sus límites.

La decisión también se enmarca en la narrativa general de tu vida. Alguien que ha perseguido constantemente la prolongación de la vida mediante la optimización de la salud, la medicina preventiva y la investigación sobre la longevidad podría considerar la crioconservación como una continuación natural. Alguien que ha hecho las paces con el envejecimiento y lo ve como un proceso significativo podría ver la preservación como el rechazo de la sabiduría que viene con la aceptación. Ambas narrativas son coherentes. Ninguna es objetivamente correcta.

La satisfacción con la vida actual también influye en la elección, aunque no siempre de forma predecible. Las personas muy satisfechas optan a veces por la conservación porque la vida es buena y quieren más. Otras se sienten completas con lo que han vivido y preparadas para un final natural. Las personas con dificultades a veces quieren la conservación como esperanza de un futuro mejor. Otras quieren aliviarse de la continuación. La felicidad presente no determina las preferencias futuras.

Los valores financieros van más allá de la mera asequibilidad. Algunas personas gastan cómodamente sus ingresos discrecionales en posibilidades y experiencias. Otras prefieren bienes tangibles o ahorrar para un futuro determinado. Ninguno de los dos enfoques es erróneo, pero crean contextos diferentes para evaluar los costes de conservación. Lo que a una persona le parece una inversión razonable, a otra le parece una especulación inútil.

La tolerancia al riesgo crea otra variable personal. La criopreservación implica una profunda incertidumbre. La tecnología podría no funcionar nunca. Estás invirtiendo recursos en una posibilidad profundamente especulativa. Una alta tolerancia al riesgo hace que esto parezca aceptable o incluso emocionante. Una baja tolerancia al riesgo hace que parezca irresponsable, independientemente de las ventajas potenciales. Ninguna de las dos perspectivas es irracional, dadas las diferentes orientaciones básicas hacia la incertidumbre.

Tu relación con el futuro tiene una enorme importancia. Algunas personas sienten una intensa curiosidad por saber cómo evolucionarán la tecnología, la sociedad y la capacidad humana. Desean desesperadamente ver qué ocurrirá después. Otras sienten poca atracción por el futuro lejano y se centran en el presente y las preocupaciones a corto plazo. Ninguna de las dos orientaciones es superior, pero crean relaciones totalmente diferentes con la propuesta de valor de la preservación.

La forma en que usted concibe los proyectos personales y su finalización también influye en la decisión. Si mantiene largas listas de cosas que desea aprender, experimentar y lograr, la conservación puede parecerle una forma de proteger asuntos inacabados. Si ve la vida más como un compromiso presente y continuo que no requiere la consecución de objetivos específicos, el atractivo de la conservación puede ser menos obvio.

La orientación social también desempeña un papel. Las personas muy orientadas a las relaciones pueden optar por la preservación en gran medida por las posibilidades de conexión con otras personas que preservan. Las personas más orientadas a la independencia podrían tomar la decisión basándose exclusivamente en deseos personales de continuación. Ninguno de los dos es más válido, pero hacen hincapié en aspectos diferentes de lo que hace valiosa la existencia.

Algunas personas necesitan certeza antes de comprometerse a tomar decisiones importantes. Quieren pruebas claras, un historial establecido y un mínimo de ambigüedad. La criopreservación no ofrece nada de esto. Otras se sienten cómodas comprometiéndose en empresas inciertas basadas en el razonamiento sobre las posibilidades. Estos diferentes estilos de toma de decisiones crean diferentes relaciones con la preservación, independientemente de los hechos subyacentes.

Tu edad y tu etapa vital también importan. Los jóvenes suelen sentirse invulnerables y les cuesta imaginar la necesidad de preservación. Las personas de mediana edad que se enfrentan a la realidad de la mortalidad a veces ven de repente el atractivo de la conservación. Las personas mayores a veces sienten que ya han vivido suficiente o a veces desean desesperadamente más tiempo. La etapa de la vida influye en la perspectiva, pero no la determina.

La decisión también refleja el equilibrio entre la asignación de recursos en el presente y en el futuro. La conservación cuesta dinero que podría beneficiarle a usted o a otros ahora. Representa una inversión en un beneficio futuro especulativo. Las personas ponderan estos equilibrios de forma diferente en función de su situación económica, sus valores sobre la transferencia intergeneracional de recursos y sus creencias sobre dónde crean más valor los recursos.

En última instancia, ninguna autoridad externa puede determinar si la criopreservación le conviene. Los expertos pueden explicarle los aspectos científicos, económicos y logísticos. No pueden decirle si la continuación le atrae, si la incertidumbre le parece aceptable, si los costes justifican las posibilidades, si la conservación se ajusta a su concepción de la vida bien vivida.

La decisión requiere sentarse con preguntas difíciles que no tienen respuestas objetivas. ¿Quiero existir indefinidamente si es posible? ¿Creo que los patrones conservados constituyen una auténtica continuación de mí? ¿Valoro la posibilidad de un futuro incierto lo suficiente como para invertir los recursos presentes? ¿Me siento cómodo con la incertidumbre radical sobre el momento y el contexto del renacimiento? ¿Mis relaciones y proyectos personales justifican esfuerzos extraordinarios de continuación?

Estas preguntas se resisten a una resolución formulista. Es posible que las respondas de forma diferente en distintos momentos. Su respuesta inicial puede ser una fuerte convicción que cambia con la reflexión. O puede que sigas sin estar seguro a pesar de haber reflexionado largo y tendido. Todo esto es normal y apropiado para una decisión tan profunda y personal.

Algunas personas aplazan la decisión indefinidamente, incómodas de comprometerse en cualquier sentido. Otros eligen rápidamente basándose en la resonancia inmediata. Algunos se plantean la cuestión repetidamente a lo largo de los años. Otros deciden una vez y se sienten seguros. Ninguno de estos enfoques es erróneo. El momento y el proceso de la decisión deben ajustarse a tu temperamento y circunstancias.

Lo más importante es comprometerse honestamente con lo que uno realmente cree y valora, más que con lo que uno cree que debería creer, lo que los demás esperan o lo que parece socialmente aceptable. La criopreservación es tan poco habitual que la sabiduría convencional ofrece poca orientación. Usted mismo debe determinar si las posibilidades de la conservación justifican sus costes, incertidumbres y su carácter poco convencional.

Esta es tu existencia, tu continuación, tu relación con la mortalidad y el futuro. La elección te pertenece por completo. Tómala basándote en lo que resuena con lo que eres y lo que valoras, no en presiones externas, expectativas sociales o declaraciones abstractas sobre lo que deberías hacer. Tanto si eliges la conservación como la mortalidad convencional, la decisión debe reflejar tu auténtica relación con tu propia vida y sus límites.